jueves, 6 de septiembre de 2007

Por más que uno planifique su vida entera; siempre algo sale distinto; porque no solo depende de uno, sino que gran parte de nuestra vida dependen de quienes nos rodean.

Y así lo terminó. Así terminó Martín su 10° libro de autoayuda.

Martín era un autor muy reconocido de ese género. Vendía libros a montones. Era el escritor más reconocido de su país, cosa nada fácil, sobre todo teniendo en cuenta el tipo de libros que escribía.

El escribía que la clave de todo estaba en los demás, en cómo nos dejemos influenciar, en cuan abiertos estemos a ayuda.

Pero a decir verdad a duras penas podía con su vida. Tenía su casa. Bueno, la casa era casi suya, alquilaba, pero no tenía problemas para pagar. Tenía una novia. Bueno, era su novia pero no estaba totalmente seguro de ello. Tenía una familia. Bueno, tener, lo que se dice tener la tenía, aunque no se vieran hace más de 15 años. Tenía amigos. Bueno, en realidad no eran amigos de él; si no amigos de su fama y de su dinero. Pero lo que si tenía y era absolutamente suyo era su libertad. Libertad de hacer lo que quisiese, decir lo que pensase y sentir lo que el corazón le dictaba.

Después de terminar el libro, conectó su computadora a Internet para enviarle la copia terminada la los revisores. Se olvidó de cerrar su mensajero, y enseguida le habló alguien. Le resultó extraño el saludo porque no era ningún conocido, y porque si bien hablaba en español, no utilizaba palabras que el conociera del todo. Y como Martín era amante de las letras no pudo evitar entablar conversación. Se conocieron. Ella (porque era una dama) era una mexicana de su misma edad. Era soltera y solitaria ya que tenía unos pocos amigos en México. Igualmente, estaban a miles de kilómetros ya que ella estaba ahora es Chile. Pero preparando todo para mudarse a El Salvador. Y es que ella vivía así. De mudanza en mudanza, de país en país, haciendo nomadismo laboral. Había intentado establecer algunas relaciones pero entre mudanzas, y sus modos toscos, le había resultado prácticamente imposible.

Y de todo esto se había enterado Martín en tan solo 30 minutos. De repente, la chica se desconectó, sin decir ni chau. Martín se quedó con ganas de saber más. Esperó, y esperó y esperó pero Sol no volvió.

Se fue a dormir angustiado, quería volver a hablar con ella.

El día siguiente se lo pasó sentado frente a su computadora. Canceló todas sus obligaciones solo por esperarla. Y valió la pena. A eso de las tres de la tarde volvió a conectarse. Hablaron otra vez largo y tendido. Esta vez contó un poco él sobre su vida, sin dar demasiados detalles. Contó que era escritor, que tenia una casa alquilada, una familia y una novia. De repente, sintió a que se había referido ella cuando le habló de sus modales toscos. Empezó a hablarle de mala manera; y él, ofendido, la dejó hablando sola.

Pasó una semana sin que volvieran a hablarse. Luego de esta semana, un día cualquiera él revisó su correo para saber la opinión de los revisores sobre el libro recién finalizado. Y sin embargo se encontró con un mensaje de Sol. En el pedía disculpas, le comentaba que estaba deprimida por un nuevo viaje, por el alejamiento de ciertas personas a las que quería mucho y que si quería hablarlo, ella estaría conectada hasta las 22.00. Eran 21.58. Se apresuró por abrir el mensajero, y ahí estaba Sol, tal como había prometido. Volvieron a hablar, pero esta vez un poco más relajados. Hablaron sobre todo, amigos, trabajo, relaciones... hasta en un momento él sintió como que Sol se le estuviese insinuando. Él tenía novia, pero decidió seguirle el juego, como para divertirse o ver que pasaba. Al final de la conversación, seguía en duda; pero como al otro día tenía una reunión muy importante, no otra opción que enviarle un mail para aclarar sus dudas.

A la mañana siguiente, después de la reunión fue al departamento de su novia, tocó el portero, y al instante se dio cuenta que se había olvidado que ese mismo día era su aniversario. -"¿Amor sos vos?". Él contestó que si. - "Ya bajo. Esperame un minuto" Pensó y pensó. Un minuto alcanzaba. Corrió hasta la florería de la esquina, compró un par de jazmines y corrió de vuelta a la puerta del edificio. Apenas llegó, su novia abrió la puerta del ascensor, la puerta de calle y subieron juntos al departamento. "Gracias amor, son hermosas" exclamó la chica al recibir las flores.

Vieron una película que pasaban en el cable tirados en el sillón. Se empezaron a mimar, y en ese mismo sillón, hicieron el amor. Se miraron durante media hora antes de cambiarse. Ella se fue a peinar al baño. Él aprovechó para conectarse. La verdad es que en esa última media hora él solo había pensado en la duda que tenía acerca de Sol. Su novia regresó y le dio un beso. - "¿Te pasa algo?" le preguntó. - "No nada. ¿Querés que prepare un café?" Contestó rápido para cambiar de tema. - "Bueno, dale"

Fue hasta la cocina, preparó el café y lo llevo en una bandejita con los jazmines. Ella ya no estaba en el sillón. Estaba en la cama. Las lágrimas le caían por la cara.

- "¿Qué te pasa mi amor? ¿Por qué llorás así?". Realmente no entendía qué había pasado para que ella esté tan mal.

- "¿No lo sabés? Mirá" y apuntó al monitor. Ahí estaba Sol. Ahí estaba saludándolo, comentándole el mail que le acababa de contestar y pasándole las fotos que él le había pedido.

Realmente no sabía que hacer. Le pasaron por la mente todos sus libros. Trató de encontrar allí alguna forma de explicar o de ayudar a pasar el momento, porque él realmente la quería. Y allí se dio cuenta. Realmente la amaba con todo su corazón, y nunca había valorado todo lo que ella era.


Pero nada servía ahora. Ella, cansada y muy desilusionada, eligió ponerle fin a la relación. Y él, sin consuelo puso fin a su carrera. Se dio cuenta que cada persona vivía a su manera y que no había una guía para ser feliz.

Tarde... pero lo aprendió.

1 comentario:

JARDIN HAIKU: El Arte de Vivir el Instante dijo...

más vale tarde que núnca dice el refrán

un abrazo Valentina